martes, 30 de agosto de 2011

Pacífico Eufórico



Este año de nuevo se vivió en la ciudad una nueva versión del Festival Petronio Álvarez que durante cuatro días recibe músicos de 20 municipios del litoral Pacífico, que contagian con alegría y talento a todos los que se dejan tentar por los sonidos de sus marimbas. Los invito a lees este corto reportaje y a disfrutar de la galería de imágenes realizadas por la fotógrafa y periodista Elizabeth Jiménez. El especial, fue publicado en la Revista Semana en su sección de Multimedia (http://bit.ly/npQLLY)


La misma palmera de donde sale el chontaduro, la fruta que es energía y alimento para los pobladores del Pacífico colombiano, es la que han labrado artesanos y músicos de esa región para sacar de su sencilla madera veteada el embrujador instrumento reconocido este año como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco: la marimba de chonta. Por esta razón recibirá un especial homenaje en el tradicional Festival Petronio Álvarez, en el estadio Pascual Guerrero de Cali.

El festival ha crecido tanto, que el año anterior cerca de 4.000 asistentes se quedaron por fuera y tuvieron que verlo en pantallas. Por esta razón, la Alcaldía decidió realizarlo en el estadio, donde se espera recibir más de 15.000 personas.

Desde hace ya 15 años, cerca de 900 músicos se desplazan desde  20 municipios del litoral pacífico (desde los más centrales hasta los más recónditos y selváticos) por río, tierra o aire en recorridos de hasta 24 horas para llegar a Cali a celebrar el más grande festival en el que las raíces africanas se extienden, y atrapan hasta a quienes no llevan ese ritmo natural en la sangre.

Algunos de los músicos, que viajan desde lejanas poblaciones como Guapi, Cauca, llegan con su tradición preservada por familias como la de los Torres, que se ha dedicado a elaborar marimbas y cununos (tambores) durante cerca de un siglo. Una casa de madera que de lejos parece a punto de derrumbarse, se sostiene como por arte de magia sobre unas delgadas vigas enclavadas bajo el río Guapi. El espacio donde duermen es pequeño porque allí la reina es la música: la sala de la casa no tiene televisor, ni comedor siquiera; está llena de marimbas y tambores. Cuando empiezan todos a tocar, la casa tiembla. Y no es una metáfora: ¡Tiembla! Pero nadie parece preocuparse. Por el contrario, se adentran en un trance del que nadie los saca. El mismo en el que caen sin reparo los cerca de 15.000 espectadores que llegan al festival.